lunes, 29 de noviembre de 2010

Unidad 2: MAQUINISMO Y REVOLUCIÓN INDUSTRIAL.

La Revolución Industrial constituye el centro de una serie de cambios que tendrán como consecuencia última la modernización de la sociedad occidental; supuso una alteración sustancial de los fundamentos sobre los que reposaba la relación del hombre con la naturaleza y con sus semejantes.

CONCEPTO .

La expresión “Revolución Industrial” fue utilizada por primera vez en la Francia de los primeros años del s. XIX para designar los cambios que había experimentado la industria inglesa desde fines del s. XVIII.
Con el crecimiento de la literatura histórica y económica el tema ha ido revelando la diversidad de sus vertientes y la compleja relación entre las mismas. La Revolución Industrial parece ser un proceso de cambio constante y crecimiento continuo, en el que intervienen técnicas (máquinas), descubrimientos teóricos (ciencia), capitales y transformaciones sociales, acompañado por una renovación de la agricultura, que permite el desplazamiento de excedentes de mano de obra campesina a las ciudades.


LA PRIMERA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL.

FACTORES DESENCADENANTES.

En la génesis de la Revolución Industrial intervienen factores científico-tecnológicos, económicos y demográficos. La importancia en la modificación de dichos factores respecto a situaciones precedentes hace que se hable también de una verdadera revolución en cada uno de ellos.

La revolución científica.
Se gesta desde los siglos XVI y XVII, a través del cambio de mentalidad en el pensamiento que obliga a los investigadores a rebatir el principio de autoridad de los clásicos y aplicar la razón al campo de la ciencia. Aparece entonces el método experimental, que propone la revalorización del trabajo de los artesanos y la necesidad de colaboración entre éstos y los científicos.

La revolución económica.
Centrada esencialmente en una “revolución agraria” a través de dos aspectos: Los cambios en la propiedad y el uso de la tierra y, las innovaciones técnicas y de cultivos:
La generación de excedentes agrarios se tradujo también en la mejora del comercio inglés. El crecimiento económico de la agricultura y el comercio favoreció el aporte financiero para el desarrollo de una industria en crecimiento que exigía cada vez más inversiones.

La revolución demográfica.

La importancia del fenómeno es recogida por autores de la época como MALTHUSy se concreta en el aumento de la población a partir del s. XVIII, favorecido por el cambio en el ritmo de crecimiento de la población europea, hasta entonces con índices de natalidad y mortalidad muy elevados. Dicho ritmo creciente se genera a partir del descenso de la mortalidad y el mantenimiento de las altas tasas de natalidad, debido a: la mejora de la alimentación, los avances en la medicina, el aumento de la higiene.
Consecuencia directa del crecimiento demográfico es el fenómeno de las migraciones, interiores, que suponen el traslado de la población rural a núcleos urbanos, y exteriores, como consecuencia de la presión demográfica en las ciudades de origen, la atracción económica de los nuevos continentes o factores políticos.
El aumento de la población fue de una gran incidencia para el desarrollo de la industria, por una parte generaba mano de obra necesaria para sus expectativas de crecimiento y por otra se convertía en un mercado potencial en constante aumento.


EL EJEMPLO INGLÉS.

Historiadores y economistas coinciden en otorgar un papel esencial a Inglaterra, por ser la cuna de la revolución y por la originalidad de sus circunstancias.
Desde el s. XVI había comenzado en Inglaterra un cierto desarrollo económico basado en el comercio internacional. A este se unen a mediados del s. XVIII una serie de factores que van a posibilitar la génesis de la Revolución Industrial: el aperturismo político, la promulgación de de las Leyes de cercamiento, un aumento demográfico, una mayor actividad mercantil, la mejora de las condiciones del transporte y el desarrollo de la investigación tecnológica que posibilitó la aparición del maquinismo.
Los factores anteriores generaron un ambiente de optimismo y prosperidad, que junto con la aparición de capital para invertir se convirtieron en los elementos esenciales del fenómeno industrial.

Los sectores de producción en la Revolución Industrial inglesa.

El proceso de industrialización inglés se desarrolla de forma continua e interrelacionada entre distintos sectores de producción:

a) El sector textil. Inicia el fenómeno, a partir de la sustitución progresiva de la industria de la lana por la del algodón, que se convierte así en el motor de la industrialización inglesa y la primera sobre la que recaen los aportes del capital agrario y las innovaciones técnicas, que se constatan en las dos fases principales de la manufactura algodonera: el tejido y el hilado.

b) El sector siderurgico. Continúa la revolución iniciada por la industria textil, progresando gracias a las innovaciones técnicas y a los cambios en las materias primas, concretado en la utilización del carbón mineral (hulla) libre de impurezas y del “pudelaje” que permitía la fabricación de un hierro libre de carbono.

c) El sector transportes. La aplicación de la máquina de vapor de James Watt tuvo aquí una importancia determinante. En 1803 Fulton realiza las primeras pruebas del barco de vapor, que tendrá una gran importancia desde el punto de vista de la navegación fluvial y oceánica. Aunque su aportación decisiva resultará de su uso en
el ferrocarril. Stephenson construye su primera locomotora en 1816 y es perfeccionada en el modelo “The Rocket” en 1829. El éxito del ferrocarril fue inmediato, pues permitía transportar gran cantidad de productos a una velocidad mucho mayor que cualquier otro medio de transporte conocido, y sus consecuencias enormes: se convirtió en un campo de inversión de capital, actuó como estímulo para la industria siderúrgica, favorecio los intercambios comerciales y acercó la ciudad al campo.

LA DIFUSIÓN DE LA PRIMERA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL.

Tras la experiencia británica, la industrialización se trasladó al continente durante el siglo XIX, aunque sus niveles de producción estuvieron muy alejados de los británicos. Bélgica se coloca a la cabeza de la industrialización continental en la primera mitad del XIX, favorecida por la intervención del Estado, el apoyo de la banca, la abundancia de materias primas. En Francia el proceso se asocia al II Imperio, el intervencionismo estatal, las industrias textil y siderúrgica y al transporte. En Alemania se desarrolla a partir de la creación del Zollvereinen 1834, como estímulo para el comercio ferroviario y el desarrollo de regiones siderúrgicas como el Ruhr y Silesia.
Muy tardía fue la expansión de la revolución en el arco mediterráneo. En Italia se centra durante la segunda mitad del XIX en la llanura del Po, en torno al progreso agrario y la industria textil.
Además del continente europeo, esta primera fase de la Revolución Industrial se traslada también a EE.UU., donde el ferrocarril se convierte en el factor primordial del desarrollo del país hacia el oeste y en el origen de la nueva organización industrial y del trabajo: el “management”.

LA SEGUNDA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL.

Desde mediados del siglo XVIII se había iniciado en Inglaterra un movimiento de transformación económica conocido como Revolución Industrial. Dicha revolución, caracterizada por las transformaciones agrarias y demográficas, por el desarrollo de la industria textil y siderúrgica, y por la aparición del ferrocarril, había sido hasta 1870 un fenómeno muy localizado en Gran Bretaña y algunos escasos países europeos. Desde entonces, la aparición de nuevas formas de energía y nuevos avances técnicos aplicados a la industria, y la extensión de la economía capitalista provocaron una nueva transformación de la estructura industrial de tal magnitud que se puede hablar de una Segunda Revolución Industrial o de una segunda fase de la revolución industrial, que nos conducirá políticamente hasta la Primera Guerra Mundial y económicamente hasta la Gran Crisis de 1929.
Más que el propio concepto de Revolución Industrial, la historiografía ha discutido sobre la existencia o no de esta segunda fase, dividiéndose entre los partidarios de considerarla un fenómeno independiente de la Primera Revolución Industrial y los que la consideran una evolución de ésta, cuyas características esenciales serían: el aprovechamiento de las mejoras agrarias y del excedente de población, las innovaciones tecnológicas en el campo de la energía, la siderurgia y la industria química, la diversificación de los sectores industriales., la aparición del automóvil y la aviación, el aumento del tamaño de las empresas y la participación de los bancos, el surgimiento de nuevas potencias.

BASES ECONÓMICAS.

a) La modernización agraria.
Tres factores contribuyen a transformar el campo, favoreciendo la explotación de nuevas tierras e incrementando la producción agrícola:
1º. Los cambios en las formas de propiedad, siguiendo el modelo inglés, posibilitaron la aparición de terratenientes dedicados a la explotación de grandes propiedades. En los nuevos países colonizados por los europeos se roturaron enormes cantidades de tierra que favorecieron la producción abaratando los precios.
2º. La fertilización del suelo. Hasta mediados del s. XIX los únicos abonos empleados eran los naturales. El desarrollo de la industria química permitió la ampliación de estos fertilizantes y la aparición de los piensos compuestos para el ganado, que mejoraron considerablemente el rendimiento del sector agropecuario.
3º La mecanización del campo. La aplicación del motor de vapor al campo dio como resultado la aparición de maquinaria especializada desde mediados del siglo XIX, fundamentalmente en EEUU.

b) El desarrollo demográfico.
Las mejoras higiénico-sanitarias aparecidas en la primera fase de la revolución se traducen en un crecimiento demográfico enorme. Europa duplica su población durante el siglo XIX, generando excedentes que contribuyen al aumento de la producción y al de los mercados.

c) Las nuevas fuentes de energía.
La electricidad se convierte en la fuente de energía principal, y aunque su existencia se conocía desde el siglo XVIII, su uso se generaliza durante el último tercio del siglo XIX, a partir de una serie de inventos relativos a su producción, distribución y aplicación en el alumbrado, los transportes o la comunicación (Edison inventa la lámpara incandescente en 1879, que da paso a la instalación del alumbrado a partir de 1881; aparición de los tranvías eléctricos en Glasgow en 1881 y del metro en Londres en 1891; es la base del telégrafo de Graham Bell o la telegrafía sin hilos –radio- de Marconi).
La utilización tradicional del petróleo en la industria naval se extendió ahora al alumbrado doméstico y público, lo que justificó las primeras explotaciones de los yacimientos naturales el subsuelo a partir de 1859, para obtener por medio del refinado sus derivados más característicos: gasolina, queroseno, gasóleo y fuel-oil. A pesar de ello su uso a escala industrial se producirá con la invención del motor de explosión de gasolina y de aceite pesado.

d) Los nuevos metales.
La siderurgia alcanza ahora cotas más elevadas que en la primera revolución industrial debido a la aparición de nuevas técnicas y metales que contribuyen a su transformación:
Las innovaciones en el procedimiento de obtención del acero conllevan la sustitución progresiva del hierro colado. Por ejemplo, el convertidor de Bessemer (1856) permitía aumentar su producción y el horno Martin-Siemens producía acero más económico y homogéneo. El acero se convertía en el metal más importante de la nueva revolución industrial, aplicándose no sólo en el ferrocarril sino también en la construcción (arquitectura del hierro) y en la industria armamentística. Junto al acero destacan también el empleo de nuevos metales: el níquel a través de sus aleaciones con el acero (acero inoxidable) y el cobre (alpaca). Y el aluminio, descubierto en 1845, no pudo obtenerse a escala industrial hasta 1880 con el procedimiento de la electrolisis. Su poco peso y resistencia lo convertirán en el metal del siglo XX.

e) La industria química.
Es la industria más representativa de la Segunda Revolución Industrial, por cuanto supone una especialización de la que carecían las industrias anteriores.
Los productos químicos más importantes en este momento son: la sosa, los colorantes sintéticos, los explosivos, los abonos y los plásticos.

f) La organización de la producción.
La enorme progresión de la industria a partir de 1870, desembocó en un considerable aumento de los mercados y de las necesidades de consumo. Para satisfacerlas surgirá una organización del trabajo: management, cuyos pioneros fueron los empresarios estadounidenses a través de diferentes experiencias:
- El American System, consistente en la producción en masa de elementos estandarizados, piezas fabricadas en serie que podían ser intercambiables y que favorecían enormemente el montaje del producto final.
- El Scientific Management, consistente en programar las tareas de la producción para evitar los procesos ineficaces e inútiles.
- El Taylorismo (W. Taylor) o producción en cadena, que hacía pasar el producto por una serie sucesiva de puntos donde los obreros desarrollaban una única actividad, muy especializada.
Los resultados de todas estas medidas serán una mayor producción, un descenso de los precios y una mayor división del trabajo.

LA EXPANSIÓN DEL CAPITALISMO.

La Primera Revolución Industrial rompe definitivamente con el régimen económico tradicional. Los progresos técnicos, la ruptura de los monopolios estatales y el avance de la industria generan el denominado capitalismo industrial, basado en el librecambismo y en la ley de oferta y demanda. La producción y los mercados son todavía reducidos y los empresarios eran capaces de financiar a escala familiar sus industrias.
A partir de 1870 las innovaciones técnicas perfeccionan y multiplican la maquinaria, con lo que las empresas necesitan grandes cantidades de dinero para su renovación y para seguir siendo competitivas. Nace así el GRAN CAPITALISMO denominado también capitalismo financiero. Las características principales de este sistema económico son la concentración financiera e industrial para asegurar el rendimiento de la producción, de ahí que reciba el nombre también de capitalismo monopolista.

- La concentración financiera. Es una consecuencia del crecimiento industrial que necesita cada vez más capital para financiarlo. En un primer momento los bancos aportan el capital sobre industrias ya establecidas. En la medida en que esas inversiones van siendo mayores, el riesgo es también mayor. En un segundo momento, para asegurar el capital aportado, los bancos adquieren acciones de dichas empresas, produciéndose así la fusión entre el capital financiero e industrial característica del gran capitalismo.
- La concentración empresarial. La competitividad y la confianza de los bancos sólo es posible para las grandes empresas que pueden hacer frente a elevadas inversiones. Por todo ello se tiende a la concentración empresarial, que abarate el proceso de producción y evite la competencia en el mercado. La concentración empresarial de la industria podía hacerse de forma horizontal, mediante la fusión de empresas de la misma actividad productiva; o vertical, por la integración de empresas complementarias en diferentes fases de producción. A finales del XIX aparecen formas de organización empresarial tendentes a limitar la competencia, la baja de precios y los peligros de la superproducción: el cartel, el trust, el holding o el zaibatsu. Todas estas agrupaciones tienden al monopolio, condicionando el mercado y a los propios trabajadores. Como vemos, el gran capitalismo está lejos de la libertad de acción que había proclamado el librecambismo.

LA SEGUNDA REVOLUCIÓN INSDUSTRIAL EN LOS PAÍSES EUROPEOS.

Al comienzo del periodo, Gran Bretaña estaba a la cabeza del proceso de industrialización. A partir de esa fecha pierde la supremacía industrial a favor de EE.UU y de Alemania.
En Alemania la industrialización fue muy tardía, pero muy rápida debido a los adelantos alemanes en la industria química y eléctrica. En Francia el proceso será muy lento debido a la escasez demográfica del país y a su estructura social pequeño-burguesa, y estará definido por la formación del eje París-Lyón-Marsella en torno a la industria de bienes de consumo y de lujo.
Mención especial merecen los países del este y mediterráneos, ejemplificados por Rusia y España. En el primero, la industrialización empieza a fines del XIX, con una dependencia total del Estado, desde la cartera de hacienda que dirige Sergei Witte, y favorecido por capital extranjero y sus inversiones sobre el ferrocarril y las explotaciones de los yacimientos de hierro, cobre y petróleo de los Urales y Siberia. En España, la industrialización es tardía y lenta, y coincide con las inversiones de capital foráneo. La industria española se polariza en torno a dos materias primas: el hierro, que nutre la industria siderúrgica de la zona cantábrica, y el algodón, que abastece a la industria textil catalana.

LA SEGUNDA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL EN EE.UU. Y JAPÓN.

A principios del s. XX la economía de EE.UU. desbanca a Gran Bretaña y se coloca en el primer lugar del mundo, tanto por el total de la producción como por el rendimiento de sus industrias. Los factores que intervienen en la industrialización americana son los siguientes: el aumento de la población, la abundancia de materias primas, la importancia del ferrocarril, el avance tecnológico, la racionalización del trabajo y la concentración de empresas en forma de trusts.
La presencia colonial europea en Asia acabará por difundir la industrialización en Japón al amparo de la revolución Meiji de 1868, que supone la caída del shogunato feudal y la occidentalización del país. Sus características más señaladas son: el intervencionismo estatal y la concentración de empresas en zaibatsus.




CONCLUSIÓN: CONSECUENCIAS DE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL.

Las consecuencias de los procesos de industrialización han supuesto –y suponen- la transformación de la economía, la sociedad e incluso la política del mundo contemporáneo:
Desde el punto de vista económico, el sistema de producción artesanal ha sido sustituido por otro industrial, basado en la máquina y con sede en la fábrica. Dicho sistema ha favorecido la intensificación del comercio, el desarrollo de las comunicaciones y una acumulación de capital cuyos resultados más concluyentes son la división histórica entre países desarrollados y subdesarrollados, y la aparición de la sociedad de clases.
Desde el punto de vista social, asistimos al ascenso de una burguesía urbana e industrial que controla los medios de producción, frente a la que nace la clase proletaria que aporta en trabajo y dará lugar al movimiento obrero en la lucha por sus reivindicaciones:
a) 1799. Primeras manifestaciones: el Luddismo, actuaciones contra las máquinas.
b) 1824. Consecución del derecho de asociación para fines asistenciales y económicos. Comienzan a organizarse asociaciones obreras locales por oficios: TRADE UNIONS.
c) 1838. A las reivindicaciones sociales se unen también las políticas: el Cartismo, que plantea el sufragio universal, la supresión de los beneficios parlamentarios y la igualdad en las circunscripciones.
d) 1864, Creación de la AIT, para la defensa internacional de los trabajadores.
Desde el punto de vista político, se produce la aparición del obrerismo, canalizado a través del socialismo y el anarquismo, y una tendencia a la creación de estados nacionales, centrados administrativamente.
Todas estas consecuencias derivan en otra de alcance global: la extensión de los valores occidentales a todo el mundo. Bajo esta premisa, la transformación que suponen las nuevas tecnologías aplicadas a la comunicación y la robótica han sido entendidas por algunos autores, que defienden el carácter continuo del fenómeno, como un tercer estadio del mismo a la espera de su concreción o su desviación hacia unos modelos de sociedad diferentes

miércoles, 24 de noviembre de 2010

sábado, 20 de noviembre de 2010

MONARCAS ASISTENTES AL CONGRESO DE VIENA

rey de Prusia, Federico Guillermo III


emperador de Austria, Francisco I


Zar de Rusia Alejandro I





Fotografías de los presentes en el Congreso de Viena




Las fotografías están en el orden que he nombrado anteriormente.







Monarcas presentes en el Congreso de Viena

Zar Alejandro I de Rusia, reino de Nápoles estuvo representado por Francisco I de Austria, canciller de Austria Clemente de Metternich, el francés Talleyrand, reino unido estuvo representado por el Duque de Wellington, Carlos XIV Juan (Karl XIV Johan) monarca de Suecia, Karl August von Handenberg reino de Prusia.

Reyes participantes en el Congreso de Viena

-Klemens von Metternich, de Austria.




















-Charles Maurice de Talleyrand, de Francia.



















-Nessirode, de Rusia.



-Henry Robert Stewart Castlereagh, de Gran Bretaña.





















-Lord Wellington, de Gran Bretaña.


CONGRESO DE VIENA


El Congreso de Viena fue un encuentro internacional celebrado en la ciudad austriaca de Viena convocado con el objetivo de restablecer las fronteras de Europa tras la derrota de Napoleon I y reorganizar la forma e ideologías políticas del Antiguo Regimen. Así pues, su intención era volver a la situación anterior a la Revolución Francesa de 1789. La reunión se llevó a cabo del 1 de octubre de 1814 al 9 de junio de 1815. Los acuerdos tuvieron vigencia en los territorios de Europa Central y del Este hasta el final de la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, la paz se consiguió mediante el establecimiento del absolutismo. Fue convocado por el emperador de Austria Francisco I, diciendo éste al final del congreso que la nueva Europa era la Europa de la Restauración. Pese a las medidas que se concertaron para mantener a raya a los enemigos del Antiguo Régimen, no se pudo evitar la difusión de las ideas liberales que provocaron las revoluciones de 1830 y 1848.

PARTICIPANTES

- El zar Alejandro 1 de Rusia

- Francisco I de Habsburgo

- Federico Guillermo III de Prusia

- Lord Castlereagh

- Marques de Labrador

- Pedro de Sousa Holstein, Conde de Palmela


viernes, 19 de noviembre de 2010

KLEMENS VON METTERNICH


Klemens Wenzel Lothar von Metternich.Conde y después príncipe de Metternich,Político diplomático y estadista austríaco.(Coblenza,1773-Viena 1859)
Embajador en Berlín (1803) y después en París (1806), fue durante más de 40 años ministro de Asuntos Exteriores y Canciller de Austria (1809).La alianza francesa (boda de Maria Luisa y Napoleón), que él preconizó en un primer momento, no fue de hecho más que una piedra de toque antes del desquite, que se comenzó a gestar en 1813, durante la campaña francesa de Alemania. Metternich rompió entonces con el emperador francés y con su adhesión a la coalición, contribuyó a su caída (1814).Alma del Congreso de Viena (1814-1815) restauró el equilibrio europeo, consiguió que Austria recuperara los territorios incluidos dentro de sus fronteras anteriores a 1797 y que habían sido arrebatados por el ejército francés en sus campañas bélicas por la Europa Continental. Como ideólogo de la reorganización de Europa, diseñó la Confederación Germánica, asociación formada por treinta y ocho estados soberanos bajo la tutela de la casa de Habsburgo. Poco favorable a la Santa Alianza, vigorizó gracias a la Cuádruple Alianza (noviembre de 1815), un sistema conservador, contrarrevolucionario y al principio antifrancés, que, por medio de los congresos, permitió la intervención de las potencias allí donde el liberalismo amenazaba el orden establecido (Alemania, Italia, España).
En los años siguientes, el orden instaurado se vería amenazado por estallidos revolucionarios de inspiración liberal o nacionalista, que sacudieron a Europa en 1820, 1830 y 1848. Metternich se esforzó por reprimir ambos tipos de movimientos, ajenos a su mentalidad de Antiguo Régimen, razón por la que empezó a ser visto como guardián del viejo orden absolutista, incapaz de asimilar los cambios que traía el mundo moderno.
Empleó con habilidad la Santa Alianza ideada por el zar Alejandro I, que le sirvió para actuar contra las revoluciones de Nápoles, España y Piamonte. Pero su sistema empezó a debilitarse con la independencia de Grecia (1827) y de Bélgica (1830), así como el destronamiento de los Borbones en Francia (1830). Nunca consiguió que el emperador -ni Francisco I, ni su sucesor desde 1835, Fernando I- le concediera una influencia decisiva en los asuntos políticos internos, por lo que no encontraron eco sus aspiraciones de dotar a Austria de una constitución federal con estructuras propias de un Estado moderno.
El estallido de la Revolución de 1848 en Italia, en Alemania y dentro del propio Imperio Austriaco, puso en entredicho todo el orden inspirado por Metternich. Él mismo cayó del poder y hubo de exiliarse, al tiempo que Fernando I se veía obligado a abdicar. Regresó a Austria en 1851, pero el nuevo emperador, Francisco José I, no le llamó a participar en el gobierno, mientras la ascensión del poder de Prusia en Alemania y del Segundo Imperio en Francia anunciaban el fin definitivo del equilibrio diseñado en 1815.
Metternich puede ser considerado como el arquitecto de un sistema diplomático que estuvo vigente en Europa hasta el final de la Primera Guerra Mundial,y sin ningún género de duda como uno de los políticos más importantes e influyentes del siglo XIX.

Metternich, Klemens Wenzel (1773-1859).


Metternich, Klemens Wenzel (1773-1859).

Metternich ( Coblenza 1773- Viena 1859) fue un político austriaco. Ministro de Asuntos Exteriores desde 1809, contó con la plena confianza de Francisco I e inspiró la política de la Restauración.

Metternich planteó la necesidad de formar una alianza (Santa Alianza) de las principales naciones monárquicas para combatir el republicanismo revolucionario. Su sistema se basaba en el principio de legitimidad de la intervención de una nación en otra cuando el monarca o sus súbditos contravinieran los principios del absolutismo. Además, una serie de congresos periódicos aseguraría la estabilidad del sistema.

convierte a Metternich en el auténtico amo de la diplomacia europea, desarrollando una política extremadamente conservadora que convocó el rechazo de todos los liberales de Europa. Tras los procesos revolucionarios de 1830, Metternich forzó un estrechamiento aun mayor de los lazos entre Austria, Rusia y Prusia para defensa de los intereses absolutistas. Sin embargo, sus esfuerzos fueron vanos, pues el estallido en Viena de la revolucion de 1848 hizo que el asustado emperador Fernando I le obligara a dimitir. Metternich se marchó al exilio y volvió a Viena cuando el nuevo emperador Francisco José I había restablecido el orden, pero ya no volvió a participar en la política.

Biografía de Metternich, Klemens Wenzel


Metternich, Klemens Wenzel (1773-1859).

Político y diplomático austriaco, artífice del equilibrio europeo de 1815 (Coblenza, Alemania, 1773 - Viena, 1859). Nacido en una familia nobiliaria de Renania, estudió en Estrasburgo y Maguncia. Su cosmopolitismo aristocrático y su mentalidad reaccionaria le llevaron a ponerse al servicio de los Habsburgo cuando la expansión de la Francia revolucionaria amenazó directamente los intereses materiales de su familia en Alemania occidental. Desde 1794 desempeñó misiones diplomáticas en las que demostró una gran astucia y habilidad (en Gran Bretaña, Sajonia, Prusia y Francia). Las sucesivas derrotas de Austria frente a la Francia napoleónica le llevaron hasta el poder como ministro de Asuntos Exteriores en 1809. Desde entonces puso en marcha su concepción conservadora del equilibrio europeo, destinada a impedir la aparición de una potencia hegemónica mediante el reparto del continente en esferas de influencia entre las grandes potencias del momento. No aspiraba, por tanto, al aplastamiento de Francia en represalia por sus pretensiones hegemónicas, sino a contenerla en las fronteras de 1792 y contrapesarla con el reforzamiento de las restantes monarquías europeas. Sin embargo, dado el poderío militar demostrado por Francia, aceptó llegar a un entendimiento con ella, simbolizado por el matrimonio entre Napoleón y la hija del emperador austriaco Francisco I, María Luisa (1810); e incluso aprobó la colaboración de Austria con Francia en la campaña contra Rusia (1812). Por entonces negociaba también en secreto con el zar, buscando mediante un manejo sutil de la diplomacia el momento oportuno para afirmar al Imperio Austriaco frente a la triple amenaza que representaban para sus intereses las ambiciones de Francia, de Prusia y de Rusia; de hecho, hizo que Austria permaneciera al margen de la coalición antifrancesa de 1813, pretendiendo actuar como mediador entre los dos bandos y ofreciendo un compromiso que dejara a la emperatriz María Luisa como regente de Francia. Fue la intransigencia de Napoleón -que desconfiaba con razón de las intenciones de Metternich- la que le decidió a comprometer a Austria en la gran alianza final que derrotó a Francia en 1814 y que restauró en el Trono a los Borbones. Fue en ese momento (1813) cuando el emperador le hizo príncipe (hasta entonces era sólo conde de Metternich).

Klemens von Metternich


Klemens Wenzel Lothar von Metternich (Coblenza, 15 de mayo de 1773 - Viena, 11 de junio de 1859), Conde y Príncipe de Metternich-Winneburg, fue un político y diplomático austríaco.

Nació en el seno de una familia aristocrática y casarse con Eleanor Kaunitz le permitió entrar en la diplomacia austriaca, al servicio del emperador Francisco I de Austria.

Fue representante de Austria en el congreso de Rastadt (1797) y fue nombrado embajador de Sajonia, Prusia y Francia, lugar donde conoció a Napoleón Bonaparte.

Gracias a que Metternich convenció al emperador Francisco I para entregar la mano de su hija a Napoleón se arruinó la alianza entre Napoleón y el zar Alejandro I de Rusia, y cuando el ejército francés fue derrotado en la desastrosa campaña de Rusia, Metternich exigió a Napoleón que devolviera todos los territorios austriacos ocupados por Francia desde la Revolución francesa, a cambio de mediar entre Francia y los aliados. Ante la negación de Napoleón, Austria y Suecia se unieron en la Sexta Coalición.

Tiempo después Napoleón fue vencido en la batalla de Leipzig, en 1813, en la que un ejército aliado ocupó París en marzo de 1814, por lo cual Napoleón abdicó en Fontainebleau y se exilió a la Elba.

Tras esta derrota de Napoleón, Metternich organizó el Congreso de Viena, en el que reorganizaba Europa en beneficio de Austria, que pudo recuperar casi todos los territorios perdidos durante la Revolución francesa; también todos los soberanos fueron restaurados en sus antiguos tronos y se redujo a Francia a sus fronteras pre-revolucionarias.

Cuando Napoleón volvió se formó la Séptima Coalición, que derrotó al emperador en la batalla de Waterloo (1815). Depués, éste fue conducido a la isla de Santa Helena. Con lo cual, Metternich y Francisco I, libres por fin de Napoleón, mantuvieron una activa diplomacia destinada a mantener el absolutismo en Europa.

Así se formó la Santa Alianza, una liga formada por Federico Guillermo III de Prusia, Alejandro I de Rusia y Francisco I de Austria, para a frenar el proceso revolucionario. También se formó la Cuádruple Alianza, para mantener el equilibrio europeo.

Metternich, como máximo líder de la Contrarrevolución, envió al ejército austriaco contra los nacionalistas italianos. En esta se estableció el absolutismo en España por parte de Francia con el envío de los Cien Mil Hijos de San Luis, mientras que Prusia restablecía el orden en Alemania.

Pero Metternich fracasó en sus intentos de mantener a todos los estados de Europa unidos para mantener el absolutismo. Así, el Imperio ruso apoyó la independencia de Grecia, Gran Bretaña y Bélgica, mientras que en París el rey era expulsado de Francia.

Viéndose incapaz de mantener el absolutismo, Metternich tuvo que dimitir cuando la revolución llegó a la capital del Imperio Austriaco y marchó al exilio.

Volvió a Viena cuando el nuevo emperador Francisco José I había restablecido el orden, pero ya no volvió a participar en la política.

Metternich-Winneburg, Klemens


Príncipe de (Coblenza 1773- Viena 1859) Político austríaco. Canciller y ministro de Asuntos Exteriores(1809). Se adhirió a la coalición contra Napoleón. Presidió el Congreso de Viena (1814-15) para devolver a Europa el viejo orden perdido y terminar con las consecuencias de la Revolución Francesa. Tuvo una influencia decisiva en el seno de la Santa Alianza. Su política de defensa del antiguo régimen se vio debilitada por la defección de Gran Bretaña (1823), la independencia de Grecia (1827-29) y las revoluciones liberales europeas. Dimitió a raíz de la revolución vinesa de 1848.
Klemens von Metternich nació en Coblenza (territorio de la actual Alemania) el 15 de mayo de 1773 y falleció en Viena el 11 de junio de 1859. Fue conde y príncipe de Metternich-Winneburg y diplomático y político austriaco.

De origen aristocrático cursó sus estudios en los centros universitarios de Maguncia y Estrasburgo. En el año 1794 tuvo que escapar con su familia a Austria debido a la ocupación de la orilla occidental del Rhin por parte del ejército revolucionario francés, que se había expandido más allá de sus fronteras desde el estallido revolucionario en 1789.

En la capital de Austria conoce a la condesa Eleanor Kaunitz, nieta del canciller Wenzel Anton Kaunitz-Rietberg Kauinitz, y contrae matrimonio, lo que le facilita a partir de entonces acercarse a los centros más selectos de la sociedad vienesa y conseguir de este modo un acceso al mundo de la diplomacia. Al poco tiempo entra al servicio del emperador de Austria Francisco I de la casa de Habsburgo.

Representando a Austria en el cuerpo diplomático estuvo en el Congreso de Rastadt en 1797 y posteriormente fue embajador en Sajonia, Prusia y Francia, lugar donde conoció a Napoleón Bonaparte.

En 1809 ocupó el cargo de Canciller y Ministro de Asuntos Exteriores de Austria. Tres años más tarde, en 1812, aprovechando la derrotada de la Grande Armée Francesa en Rusia, Metternich consiguió forjar una coalición de naciones que precipitaría la derrota militar y política definitiva de Napoleón en los años siguientes.

El Congreso de Viena (1814-1815), fue conducido por Metternich y organizado para restablecer el orden anterior a las campañas de Napoleón mediante la instauración, nuevamente, del absolutismo monárquico. El diplomático austríaco consiguió que Austria recuperara los territorios incluidos dentro de sus fronteras anteriores a 1797 y que habían sido arrebatados por el ejército francés en sus campañas bélicas por la Europa Continental.

Como ideólogo de la reorganización de Europa dentro del Congreso de Viena, diseñó la Confederación Germánica, asociación formada por treinta y ocho estados soberanos bajo la tutela de la casa de Habsburgo.

Con el objetivo de mantener el status quo anterior a las Guerras Napoleónicas y preservar el absolutismo monárquico se formó la Santa Alianza, una asociación o liga compuesta originariamente por Alejandro I de Rusia, Francisco I de Austria, Federico Guillermo III de Prusia. La Santa Alianza a la que más tarde se sumaría Inglaterra pasó a denominarse Cuádruple Alianza.

Como ferviente contrarrevolucionario fue inspirador de diversas campañas militares en Europa para conseguir el mantenimiento del Antiguo Régimen y del sistema surgido tras el Congreso de Viena. En España, el Trienio Liberal (1820-1823), fue suprimido y sustituido nuevamente por el absolutismo después del envío de los Cien Mil Hijos de San Luis.

Pero no pudo lograr el éxito en todos los frentes que se iban abriendo gracias al avance de las ideas liberales. Por ejemplo, el imperio ruso favoreció la independía de Grecia y la Gran Bretaña la independencia de Bélgica. A la vez, en Francia el rey absolutista Carlos X abdicaba en 1830.

Durante la oleada revolucionaria de 1848 Metternich se vio incapaz de frenar el movimiento revolucionario y tomó camino del exilio ese mismo año, una vez hubo dimitido del cargo de canciller forzado por la petición de Fernando I, desbordado por los acontecimientos.

Una vez el emperador pudo restablecer el orden en Viena, Metternich regresa a la capital del imperio pero abandona su carrera política. Fallece el 11 de junio de 1859 en Viena.

Aunque contrario a los movimientos liberales y a los avances de las tendencias democráticas, Klemens von Metternich fue el arquitecto de un sistema diplomático que estuvo vigente en Europa hasta el final de la Primera Guerra Mundial y sin ningún género de duda fue uno de los políticos más importantes e influyentes del siglo XIX.

Klemens Matterninch-Winneburg


Nació en Coblenza (Alemania) en una familia aristocrática, el 15 de mayo de 1773 y falleció en Viena el 11 de junio de 1859,

Diplomático y político austríaco, embajador en Berlín y después en París a petición de Napoleón. Tras las sucesivas derrotas de Austria frente a la Francia napoleónica le llevaron al poder como ministro de Asuntos Exteriores (1809).

Cursó sus estudios en los centros universitarios de Magnuncia y Estrasburgo.

Su familia escapa a Viena huyendo de los ejércitos revolucionarios francese (1794). Allí se casó con la condesa Eleanor Kaunitz.

El Congreso de Viena (1814-1815), fue conducido por Metternich y organizado para restablecer el orden anterior a las campañas de Napoleón mediante la instauración, nuevamente, del absolutismo monárquico. El diplomático austríaco consiguió que Austria recuperara los territorios incluidos dentro de sus fronteras anteriores a 1797 y que habían sido arrebatados por el ejército francés en sus campañas bélicas por la Europa Continental.

Ante la vuelta de Napoleón se formó la Séptima Coalición, que derrotó al emperador en la batalla de Waterloo (1815). Tras esto, Bonaparte fue conducido a la isla de Santa Helena. Libres de su mayor enemigo, Metternich y Francisco I mantuvieron una activa diplomacia destinada a mantener el absolutismo en Europa. Así se formó la Santa Alianza destinada a frenar el proceso revolucionario y la Cuádruple Alianza, destinada a mantener el equilibrio europeo.

Como ferviente contrarrevolucionario fue inspirador de diversas campañas militares en Europa para conseguir el mantenimiento del Antiguo Régimen y del sistema surgido tras el Congreso de Viena. En España, el Trienio Liberal (1820-1823), fue suprimido y sustituido nuevamente por el absolutismo después del envío de los Cien Mil Hijos de San Luis. Pero no pudo lograr el éxito en todos los frentes que se iban abriendo gracias al avance de las ideas liberales.

Durante la oleada revolucionaria de 1848 Metternich se vio incapaz de frenar el movimiento revolucionario y tomó camino del exilio ese mismo año, primero a Países Bajos y después a Bélgica, una vez hubo dimitido del cargo de canciller forzado por la petición de Fernando I.

Una vez el emperador pudo restablecer el orden en Viena, Metternich regresa a la capital del imperio pero abandona su carrera política.





domingo, 7 de noviembre de 2010

¿QUIÉN ES QUIÉN?


Una pista: nació en Niza y es uno de los guerrilleros más famosos del siglo XIX.
Contesta en los comentarios.

Unidad 3. REVOLUCIONES BURGUESAS Y NACIONALISMO. Las revoluciones de 1820, 30 y 48. Unificaciones y disgregaciones.

LAS REVOLUCIONES LIBERAL BURGUESAS DEL SIGLO XIX.
La caída del imperio napoleónico en 1814-15 fue al tiempo el desmoronamiento en Europa -con la sola excepción de Inglaterra- del Nuevo Régimen erigido por la Revolución Francesa de 1789. Las potencias vencedoras intentaron “restaurar” la vigencia del Antiguo Régimen bajo un sistema sólido: el sistema Metternich, fundamentado en el orden político y el tradicionalismo ideológico de autores como Edmund Burke, Joseph de Maistre o Luis de Bonald, quienes se oponen al individualismo y racionalismo del siglo XVIII y propugnaban la necesidad de un Estado fuerte, fruto de la legitimidad, de la jerarquía y de la obediencia. El nuevo sistema tenía como principios programáticos la configuración de un nuevo orden territorial (Congreso de Viena, 1814-15) y la implantación de nuevos instrumentos diplomáticos (Europa de los Congresos) y coercitivos (Santa Alianza y Cuádruple Alianza).
La Restauración fue un sistema político e ideológico creado artificialmente y de espaldas a la realidad, que pretendía el mantenimiento del poder en manos de grupos minoritarios y que ignoraba las nuevas realidades sociales y económicas. El anacronismo político que representaba no encontró más alternativas de escape que la lucha revolucionaria, amparada en premisas liberalistas y/o nacionalistas, y apoyada por nuevas corrientes de pensamiento como el romanticismo.
La historiografía tradicional suele reducir estas manifestaciones revolucionarias a tres concretas, en 1820, 1830 y 1848, cuyo resultado final será la extinción del régimen de la Restauración. Al tiempo, establece para las mismas unos orígenes que trascienden lo meramente político: la existencia de crisis económicas previas (de reconversión a una economía de paz en 1816-17, de subsistencia en 1827 y general en 1846-47) y el asentamiento de la burguesía como clase económica dominante, junto a la aparición de una masa popular y urbana deseosa de mejoras sociales. Todo ello da como resultado revoluciones caracterizadas por la simultaneidad en el tiempo y la homogeneidad de los procesos.
La oleada de 1820 afecta a países como Alemania, España, Portugal, los Estados italianos, Grecia y Rusia, alcanzando también a las colonias españolas y portuguesas en América. Se define por los pronunciamientos militares (golpes de estado protagonizados por el ejército) que intentan acabar con la Restauración y tienen principalmente un componente político: la exigencia de constituciones y reformas liberales que acaben con el reaccionarismo más acusado del Antiguo Régimen y, en general, van a terminar en fracaso debido a la intervención de la Europa de los Congresos. La única excepción la constituye la revolución griega, en la que se asocia también un componente nacionalista para la libración del país del dominio turco y que terminará con la consecución de la independencia en 1830.
La de 1830, supuso la agitación de las sociedades patrióticas. Al componente liberal se añade ahora con más fuerza el componente nacionalista (tras el éxito de Grecia y Latinoamérica) y en lugar del pronunciamiento adoptarán la forma de “jornadas revolucionarias”. Además, el sistema de la Restauración carecía de la fortaleza de 1820, debido a la divergencia de intereses entre las grandes potencias. Por eso, el levantamiento burgués de Francia se extenderá rápidamente a Bélgica, triunfando en ambos países, y más tarde a Polonia, Alemania, Italia, Suiza, Gran Bretaña y España donde serán controlados de una u otra forma.
Finalmente, la de 1848, gestada por las convulsiones sociales derivadas de la nueva sociedad industrial, y con la activa participación del proletariado, planteaba incluso la superación del ideario liberal moderado y la asunción de doctrinas democráticas. De los tres ciclos revolucionarios será el más trascendente, no tanto por el éxito de las sublevaciones -pues conoce también importantes fracasos- como por sus repercusiones. El triunfo de una de estas revoluciones será considerado el triunfo de la democracia. Y las revueltas nacionalistas terminarán por modificar el status quo salido de Viena. Finalmente, los movimientos obreros impedirán una vuelta atrás en el proceso político europeo, que se desvincula definitivamente de cualquier recuerdo del Antiguo Régimen.
El estallido revolucionario se inicia nuevamente en Francia, con las “jornadas de Febrero” (que conducirán finalmente al poder a Luis Napoleón), y desde allí se extiende por Italia, Austria y Alemania, donde se combinan las motivaciones políticas y nacionalistas. En otras zonas de Europa la revolución se dejó sentir también aunque con una incidencia menor, así por ejemplo: Bélgica, Holanda, Dinamarca y Suiza. En España las intentonas revolucionarias de Madrid y Sevilla entre los meses de marzo y mayo serán abortadas por la enérgica represión del gobierno de Narvaez.

LAS UNIFICACIONES NACIONALES.

Tanto en Italia como en Alemania la aspiración unitaria, manifestada desde principios del s. XIX, tiene fuertes raíces populares, progresa asociada a las reivindicaciones liberales (especialmente en Italia) y ha ensayado abrirse paso en las revoluciones de 1830 y 48. El fracaso de esta última, lejos de debilitar, acrecienta el espíritu nacionalista, pero también desplaza el protagonismo popular en beneficio de las iniciativas de estados hegemónicos: Piamonte y Prusia.
En Italia, partir de 1848 y tras el nuevo fracaso revolucionario, crecerá el sentimiento nacionalista asociado a las ideas de concentrar la unificación en torno al Piamonte, el único estado con dinastía italiana (Casa de Saboya), con un régimen constitucional (“Statuto da 1848”) y modernizado gracias al conde de Cavour, líder de Il Risorgimento y verdadero artífice de la unificación. El proceso de unificación se desarrollará a través de dos fases evolutivas: Inicial, entre abril de 1859 y marzo de 1861, que implica la expulsión de Austria de los territorios del norte y de los borbones en el sur, así como la elección de Vittorio Emmanuelle II como rey de Italia. Y Culminante, entre 1866 y 1870, que supone la incorporación del Veneto y la toma de Roma a Pío IX.
En Alemania, el proceso unificador se hará bajo un signo esencialmente conservador, fundamentado en premisas ideológicas, ligadas al romanticismo alemán a partir de autores como Herder, Fitche o el mismo Hegel, y económicas, a través de la creación en torno a Prusia del Zollverein o Unión Aduanera Alemana desde el 1 de enero de 1834, que se tradujo en un rápido fortalecimiento de los lazos comerciales entre los distintos Estados con eje en Prusia. A igual que en el Italia, se desarrolló en sendas fases: una inicial de Fortalecimiento de Prusia (1850-1864), caracterizada por el aislamiento de Austria y la llegada al poder del canciller Bismark, quien pondrá en marcha una política de unificación, vía militar, concebida como instrumento para la grandeza de Prusia. Otra final caracterizada por las Conquistas militares (1864-1871), que concluye con la formación de la Confederación de Alemania del Norte en torno a Prusia (1866) y la proclamación del II Reich bajo la presidencia del rey de Prusia, tras la guerra francoprusiana, al que se unirán también los estados alemanes del sur, quedando fuera Austria.

4.3. LAS DISGREGACIONES NACIONALES.

En los grandes imperios europeos el nacionalismo se tradujo esencialmente en fenómenos de independencia de pueblos que habían estado mucho tiempo sometidos. Afectó especialmente a los Imperios Austríaco y Turco.
En el primero, los principales conflictos se plantean entre Hungría frente a Austria, los rumanos frente a los húngaros en Transilvania y los eslavos contra los austríacos y los húngaros: en el norte, checos y eslovacos; en el sur, eslovenos, croatas y serbios. La derrota en la guerra austro-prusiana de 1866, condujo un año más tarde a la firma del Ausgleich, que suponía un reparto de competencias entre Austria y Hungría y sacrificaba a los demás pueblos de la monarquía. El nuevo territorio personificado en la figura del emperador pasaba a denominarse imperio austro-húngaro, con dos territorios autónomos separados por el río Leitha: Cisleithania (gobernada por Viena) y Transleithania (gobernada por Budapest). La monarquía dual se mantuvo hasta 1918 con bastantes dificultades y en el momento crítico de una prueba bélica demostró una ineficacia absoluta.
En Turquía el nacionalismo independentista llegó muy pronto como consecuencia de un dominio despótico que se prolongaba desde el siglo XV. Las revoluciones de 1820 habían afectado como vimos al Mediterráneo oriental, consiguiendo la independencia de Grecia en 1830 y cierta autonomía para los territorios de Serbia, Valaquia y Moldavia. Se trataba de los primeros pasos de lo que se ha dado en llamar “la cuestión de Oriente”, un complejo problema de política internacional en el que se mezclaban los intereses de los zares, con los de las nacionalidades eslavas de los Balcanes y en un contexto de franca decadencia del Imperio Turco. El principio del fin de la Sublime Puerta encontrará como escenario la Guerra de Crimea (1853-56), que la enfrentó a Rusia con el apoyo de las potencias europeas. De resultado incierto, sin embargo, lo acuerdos de Paz en París (1856) clausuraban definitivamente la Europa de los Congresos y dejaban el camino libre a las modificaciones territoriales en Europa y especialmente allí. El Tratado de San Estéfano (1878) y el Congreso de Berlín, de ese mismo año, certificaban la complejidad política de un problema aún por resolver.

Unidad 3. REVOLUCIONES BURGUESAS Y NACIONALISMO. El fin de la revolución de 1789. Imperio napoleónico y Restauración.

Mapa de Europa bajo el Imperio napoleónico, 1799-1814.

Mapa de Europa tras el Congreso de Viena, 1815.




LA FRANCIA NAPOLEÓNICA.


El consulado se asentaba sobre las bases de la vieja aristocracia y la burguesía económica, cuyo objetivo fundamental era el restablecimiento del orden interior y exterior.
En el interior, se proclamó la constitución del año VIII (1799), en realidad un texto legal elaborado tras el golpe y sometido a plebiscito para su aprobación. La nueva constitución planteaba una ficción parlamentaria: no incluía declaración de derechos –algo inusual desde la primera- y establecía un sufragio universal masculino condicionado por un sistema de listas indirecto (elección de notables municipales, estos eligen a los del departamento y estos a los nacionales). Se respetaba también de manera ficticia la separación de poderes: el ejecutivo recae en los cónsules, de los cuales el primero (Napoleón) tiene el poder efectivo y los otros sólo una función consultiva. El legislativo se distribuye en cuatro asambleas: El Consejo de Estado, encargado de elaborar las leyes, bajo la presidencia del primer cónsul; un Cuerpo Legislativo, formado por notables y encargado de aprobar o rechazar las leyes; un Tribunado, con carácter consultivo; y un Senado, con derecho para el nombramiento de notables. Con la firma del concordato, Napoleón reconocía la religión católica como la mayoritaria en el país y se comprometía al mantenimiento del clero a cambio de que el papa reconociese la República y la venta de bienes eclesiásticos amortizados por la revolución.
En el exterior, la guerra adoptó un giro favorable. La victoria de Marengo obligó a Austria a firmar la Paz de Luneville y reconocer a “las repúblicas hermanas” de Italia. Con Inglaterra se firmó también la Paz de Amiens, que momentáneamente zanjó las hostilidades entre ambos países por el dominio de los mares.
Tras esto, Napoleón se presentó como el gran pacificador de Francia, y en un plebiscito celebrado en 1802 (conocido como la Constitución del año X) se hizo nombrar cónsul vitalicio. La reanudación de las hostilidades contra Inglaterra y algunos movimientos de jacobinos y realistas serán aprovechados por él para elaborar una nueva constitución, del año XII (1804), ratificada también mediante plebiscito, que confiaba el gobierno de la República a un emperador hereditario. El Consulado se convertía en Imperio y Napoleón Bonaparte en Napoleón I, emperador de los franceses.
La conformación del Imperio Napoleónico cerraba definitivamente el proceso revolucionario, si bien, curiosamente, contribuyó decisivamente a que su ideario se extendiese por Europa entre la soldadesca al ritmo de las diferentes campañas. Imbuido de las ideas racionalistas del pensamiento ilustrado, Napoleón contribuyó a difundir algunos principios revolucionarios coincidiendo con sus pretensiones expansionistas: igualdad legal, abolición del régimen señorial, eliminación de la autoridad pública de la Iglesia, tolerancia religiosa, supresión de los gremios, etc. De hecho, la Restauración política concretada en el Congreso de Viena no sería sólo de índole territorial, sino que se manifestaba especialmente contra la quiebra del Antiguo Régimen representada por Napoleón.




LA RESTAURACIÓN.


Tras el Imperio de los Cien Días y la derrota definitiva de Napoleón en Waterloo (Bélgica, 1815), las potencias victoriosas decidieron reunir en Viena a todos los Estados europeos con la intención de retornar al mundo del Antiguo Régimen y evitar que se produjese una situación similar a la vivida en los últimos años en Francia. Bajo la presidencia del canciller austriaco Metternich y dirigido por Rusia, Prusia, Austria e Inglaterra, el Congreso de Viena llevó a cabo dos importantes acuerdos:


- Reponer en sus tronos a los monarcas depuestos por Napoleón. Y,

- Garantizar el equilibrio y la paz en el continente.


Para ello tomaron como medida la creación de dos alianzas militares: la Santa Alianza, formada por Rusia, Prusia y Austria, comprometida con mantener el orden absolutista en Europa, y la Cuádruple Alianza, a la que se añadía ahora Inglaterra, encargada de velar por los fronteras salidas del reparto producido en Viena. Dichas alianzas estaban reguladas por el principio de intervención, que permitía a un país extranjero invadir otro con la intención de evitar estallidos revolucionarios, y por un sistema de congresos, que solventase los problemas y garantizase el equilibrio continental. Hasta 1822 se celebraron tres de estos congresos en Troppau, Laybach y Verona, este último para dirimir el futuro de la revuelta liberal de 1820 en España.

Tras el congreso de Viena, se restablecieron parcialmente las fronteras anteriores a la época de Napoleón. Se dividió el imperio y francia retornó a las fronteras de 1791. Pero también se produjeron cambios territoriales más profundos:

- Se crearon nuevo estados en torno a Francia, cuya misión era impedir una nueva expansión francesa -o de sus ideas- por el continente: Países Bajos, Confederación Helvética, Piamonte.

- Entre Rusia, Austria y Prusia se repartieron distintos territorios en Europa para impedir que ninguna potencia alcanzara la hegemonía sobre las demás.

Fuera de Europa, Gran Bretaña incrementó su imperio ultramarino y se convirtió en Gran Potencia.

El sistema de la Restauración estaba, sin embargo, condenado al fracaso pues no tuvo en cuenta los logros sociales y políticos de la revolución. Los ideales propagados por los ejércitos napoleónicos habían calado en la población europea, que pronto protagonizó nuevos levantamientos en forma de oleadas revolucionarias.

martes, 2 de noviembre de 2010

ACTIVIDAD 2


Este importante cuadro ilustra uno de los episodios más conocidos de la Revolución, ¿cuál? Comenta brevemente la obra y la trayectoria artística del autor.
Resolver en comentarios

Unidad 3. REVOLUCIONES BURGUESAS Y NACIONALISMO. La Revolución Francesa.

La Revolución Francesa supuso un profundo cambio en las estructuras sociales, económicas, políticas y culturales a fines del siglo XVIII. Aunque limitada en el espacio y en el tiempo, fue el primer gran intento por pasar de una sociedad basada en la hegemonía aristocrática a otra fundamentada en las nuevas ideas políticas ilustradas y en las estructuras sociales burguesas; por acabar con el absolutismo y por consolidar el capitalismo moderno. Si bien es cierto que estas consecuencias no fueron inmediatas, no lo es menos que el modelo francés de 1789 se convirtió en espejo de las posteriores revoluciones burguesas convirtiéndose en hito fundamental para la historiografía contemporánea

CAUSAS.
A nivel general los historiadores se han decantado por dos tipos de causas para explicar el proceso: las derivadas de la estructura político-social preexistente y las económicas.
Las primeras inciden en las estructuras feudales o pseudofeudales de la sociedad francesa del siglo XVIII y en su incongruencia en el contexto de la Ilustración como factor esencial para provocar el proceso revolucionario. Las segundas en la importancia del aspecto económico como detonante de la Revolución. En concreto, se centran en la fase de recesión económica producida en Francia entre 1778-1789 que supone el aumento de los precios, la disminución de la producción, el descenso de los salarios y de los beneficios empresariales y consiguientemente una crisis social que degenera en la crisis política que conocemos.


CIRCUNSTANCIAS Y EVOLUCIÓN DE LA REVOLUCIÓN.

Los conflictos y tensiones generados por el Antiguo Régimen no encontraron solución en la obra de los déspotas ilustrados. La fórmula del cambio aparente que suponía el “todo para el pueblo pero sin el pueblo” no había estado acompañada de la energía necesaria para acabar con los privilegios sociales y conceder a los súbditos una mayor participación en las decisiones políticas. Este conflicto latente generaba en el mundo occidental a finales del siglo XVIII un creciente descontento cuya solución pasaba inevitablemente por la negación de la legitimidad de las autoridades existentes y la aplicación de la nueva doctrina liberal basada en la libertad y la propiedad y concretada en la soberanía nacional, la división de poderes y las garantías constitucionales. El carácter del nuevo sistema se hizo manifiesto en la publicación de las Declaraciones de derechos y en las constituciones, que liquidaban la vieja legitimidad –divina o pactista- de los monarcas.
Los Estados Unidos, con sus peculiares características de la tradición política británica, abrieron el camino. La inicial guerra de independencia frente a la autoridad de la metrópoli inglesa se transformó en una verdadera revolución política que concluyó, como vimos, con el establecimiento de un estado republicano y constitucional de acuerdo con los principios ilustrados y garante de los derechos individuales.
La mecha encendida en América encontró un espléndido caldo de cultivo en la Francia borbónica, ejemplo de la monarquía absoluta más caduca y de las desigualdades institucionales y legales del Antiguo Régimen. Las dificultades financieras de la corona francesa, consecuencia en parte de los gastos de la ayuda a los revolucionarios norteamericanos, indujeron al gobierno a buscar nuevos ingresos, que sólo podían proceder de aquel sector de la población que reunía la fortuna con el privilegio.


1.1.LA REVUELTA DE LOS PRIVILEGIADOS.

El déficit de la hacienda francesa indujo a los sucesivos ministros (Turgot, Necker, Calonne y De Brienne) a buscar ingresos estableciendo un nuevo impuesto “la subvención territorial”, proporcional a la renta y obligatorio para todos. La resistencia de la nobleza a perder sus privilegios y la decisión del Parlamento de París, que reservaba la decisión de aprobar cualquier reforma fiscal a los representantes de la nación reunidos en los Estados Generales, llevaron a Luis XVI a buscar en la convocatoria de éstos –que no se producía desde 1614- la solución a sus problemas económicos en 1788.
Los Estados Generales eran una asamblea de origen medieval en la que los representantes de los tres estamentos (nobleza, clero y estado llano) elaboraban una serie de peticiones (cuadernos de quejas) votadas por estamento y que eran aceptadas o rechazadas por la corona libremente. Nobleza y clero esperaban dominar la situación mediante el voto tradicional, evitar las reformas y reforzar sus privilegios, y ampliar su participación política. Los cuadernos de quejas reflejaban las siguientes peticiones:

- Los privilegiados solicitaban una monarquía constitucional y la reunión periódica de los Estados Generales, que defenderían el mantenimiento de sus privilegios
- La burguesía solicitaba asimismo una monarquía constitucional, pero sustentada en la igualdad de derechos y en la que serían suprimidos los privilegios de nobleza y clero. Proponía también la reunión periódica de los Estados Generales, pero sus miembros votarían por cabeza y no por estamento.
- Los campesinos incidían además en reivindicaciones concretas como la reducción de impuestos y la supresión de los derechos señoriales.

La reunión de los Estados Generales se abrió el 5 de mayo de 1789. Los seiscientos diputados del estado llano igualaban en número a los de la nobleza y el clero, de ahí que se inclinasen por la reunión en una única sala y por el voto individual; por el contrario los privilegiados proponían las deliberaciones por separado y el voto por estamento. Los problemas de procedimiento consumieron todo el mes sin dar solución a ninguno de los temas principales, ante lo cual los diputados del Tercer Estado radicalizaron sus posturas. Liderados por Sieyès decidieron romper la legalidad y el 17 de junio se autoproclamaron Asamblea Nacional y representante única del pueblo francés (constituían el 98% de la población). Tres días después, al impedírseles el acceso a la sala de reuniones, se trasladaron al recinto del Juego de la Pelota, donde se juramentaron para no separarse hasta dar a Francia una constitución a la vez que amenazaban al rey con no pagar los impuestos. En las sesiones siguientes algunos miembros del clero y la nobleza se unieron a la Asamblea ante la resignación del monarca. La transformación de los Estados Generales en Asamblea Nacional representaba una verdadera revolución jurídica y consagraba la monarquía constitucional frente a la de derecho divino.

Estos acontecimientos propiciaron una sucesión de revueltas populares. Al llegar a París las noticias de una concentración de fuerzas en Versalles y de la destitución del ministro liberal Necker, se desencadenó una sublevación –el 14 de julio- que terminaría con el asalto y toma de la Bastilla, la cárcel parisina símbolo de la tiranía del régimen. Inmediatamente se organizará una nueva municipalidad en la capital y una milicia burguesa al mando de La Fayette. Falto de apoyos, el soberano capitulará y parte de la aristocracia decidirá iniciar el camino del exilio. En el campo se produjo la llamada “revolución del Gran Miedo”. Se habla de un complot de la aristocracia que habría contratado bandidos para destruir las cosechas. Los campesinos se armaron y revolvieron contras los intereses de los señores invadiendo tierras y asaltando castillos. Ante el peligro que esto suponía para el mantenimiento de la propiedad privada, la Asamblea adoptaría una medida de urgencia decretando la abolición de los derechos feudales y del diezmo el 4 de agosto.

1.2.LA ASAMBLEA CONSTITUYENTE.

La caída del Antiguo Régimen obligaba a la construcción de un orden nuevo a partir de la elaboración de un texto legal que regulase las relaciones entre el Estado y sus ciudadanos: una constitución. La Asamblea Constituyente estuvo conformada por diversos grupos políticos: ultrarrealistas (grupo minoritario que defendía los derechos de los privilegiados desde el Salón Francés), monárquicos moderados (liderados por Mournier, intentaban mantener las prerrogativas del rey; contralaron la Asamblea hasta octubre del 89), la Sociedad de 1789 (dirigidos por La Fayette, Sieyès y Condorcet; eran partidarios de una monarquía constitucional que integrara también a la alta burguesía y a la aristocracia reformista, impuso sus criterios a partir de octubre del 89), la Sociedad de los Amigos de la Constitución o Club de los Jacobinos (sus figuras más representativas son Desmoulins y Roberpierre; su base social es la baja burguesía y las clases populares, y proponen la revolución como medio para acceder a una república social y centralista) y la Sociedad de los Amigos de los Derechos del Hombre o cordeliers (liderados por Carnot y Marat; son el sector más exaltado, defienden el sufragio universal, la soberanía popular y la democracia plena).
Antes de la elaboración del texto constitucional, la Asamblea desarrolló una serie de medidas cuyo objetivo era evitar un vació de poder y sentar las bases del nuevo orden político. Entre ellas sobresale la declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, de 26 de agosto de 1789, inspirada en la de Virginia de 1776, y llamada a convertirse en el programa del movimiento liberal europeo: la libertad y la igualdad son considerados principios naturales imprescriptibles, en un segundo plano estos principios se traducen aspectos políticos como la soberanía nacional y la separación de poderes.
Finalmente, la Asamblea aprobó la constitución de 1791, que partía de los principios de la declaración de derechos y establecía las características políticas esenciales del nuevo régimen:
- El nuevo Estado se conformaba como una monarquía constitucional.
- Se proclamaba la soberanía nacional y la separación de poderes.
- El poder ejecutivo recaía en la figura del rey, el legislativo en una Asamblea Nacional reunida en una sola cámara y elegida por sufragio censitario (varones mayores de 25 años que tributen una cantidad igual o superior a tres jornadas de trabajo) y el judicial en jueces elegidos por el Estado con carácter temporal.
- Se descentralizaba la administración pública, dividiendo el país en 83 departamentos que se estructuraban a su vez en distritos y cantones.
- Se establecía el liberalismo económico puro y se ponían en circulación “los asignados”, bonos estatales con cargo a los bienes enajenados al clero.
- Se nacionalizaban los bienes de la Iglesia, se suprimían las órdenes religiosas y se establecía la Constitución Civil del clero, que convertía a los clérigos en funcionarios del Estado obligados a jurar la constitución.
Esta medida dividió al clero entre juramentados y refractarios (apoyados por el papa) lo que dio lugar a olas de protesta antirreligiosa. En este clima de creciente desconfianza Luis XVI intentó huir al extranjero, siendo descubierto y reconducido a París. La monarquía quedó definitivamente desacreditada y los soberanos europeos encabezados por Austria y Prusia se prepararon para una intervención armada a través de la Declaración de Pillnitz.

El 30 de septiembre de 1791 se disolvía la Asamblea Constituyente y se convocaban las primeras elecciones legislativas.

1.3.LA ASAMBLEA LEGISLATIVA.

Tras las elecciones, las nueva Asamblea estuvo compuesta por una derecha partidaria de la monarquía constitucional (fuldenses, 264 escaños), una izquierda formada por los jacobinos de Robespierre y un grupo escindido de estos –los girondinos- liderados por Brissot y Condorcet, más moderados y partidarios del Estado descentralizado (136 escaños), un centro mayoritario que oscilaba entre los grupos anteriores según sus intereses (340 escaños) y, finalmente, los extremistas republicanos populares, los sans-culottes, muy minoritarios (5 escaños).
La Asamblea Legislativa se enfrentaría con dos graves problemas:
- La mala cosecha de 1791 y el descontento popular que produjo en el campo. Y,
- La amenaza del duque de Brunswick con destruir París si se ejercía cualquier acción violencia contra Luis XVI, que provocó una insurrección popular, el 10 de agosto de 1792, y acabó con el asalto al palacio de las Tullerías (sede de la Asamblea) y el encarcelamiento del rey y su familia. Paralelamente se formaría un gobierno revolucionario: la comuna.

La guerra convirtió la revolución en una causa nacional. Los ejércitos extranjeros fueron rechazados y la Asamblea votó la suspensión de la autoridad real y la convocatoria de una nueva Asamblea Constituyente: la Convención.

1.4.LA CONVENCIÓN NACIONAL.

El 20 de septiembre de 1792 se reunió por primera vez la Convención Nacional tras las elecciones celebradas por sufragio universal que dieron como resultado la siguiente composición: a la derecha se situaron los girondinos, burgueses moderados –antes de izquierda- que, asustados por las jornadas de violencia, intentarán suavizar el proceso revolucionario; a pesar de lo anterior, liderados por Vergniaud, serán partidarios de la guerra en el exterior para garantizar el triunfo de la revolución. A la izquierda quedaron los montañeses –jacobinos y cordeliers-, burgueses a los que la revolución había enriquecido o privilegiado, muy unidos a los principios revolucionarios y que no dudarán en apoyarse en los sans-culottes para hacer triunfar dichos principios. Sus principales figuras fueron Dantón, Robespierre, Marat y Sant Just; estaban inspirados por la ideología de Rousseau, que relacionaba política y moral, y justificaba la licitud de los actos revolucionarios extremos (terror). Eran partidarios de detener la guerra en Europa para consolidar la revolución en Francia y, aunque en minoría, contaban con el apoyo incondicional de la calle. En el centro político se situaba “la Llanura u hombres del pantano”, que apoyará inicialmente a los girondinos para favorecer la representatividad del poder pero sin mayor compromiso político.

1.4.1. La Convención girondina (20 septiembre 1792/2 junio 1793).

Su primer acto fue abolir la monarquía y proclamar la República Francesa, el 22 de septiembre de 1792. A este hecho le sucedería la creación de un tribunal extraordinario: el Comité de Salud Pública, destinado a depurar cualquier atisbo reaccionario. Uno de sus primeros procesos terminó con la ejecución de Luis XVI el 21 de enero de 1793.
Este hecho, unido al deseo de la Convención de extender la revolución por toda Europa y los límites de Francia a sus barreras naturales, provocó un recrudecimiento de la guerra y la formación de una primera coalición contra Francia integrada por Inglaterra, Austria, Prusia, Cerdeña y España.
Ambas circunstancias propiciaron la desunión definitiva de girondinos y montañeses, y la agudización de la crisis económica interna de la que se hacía responsable a los primeros. Apoyados por el sector montañés más radical, los sans-culottes asaltaron la Convención y arrestaron a los principales líderes girondinos el 31 de mayo de 1793, mientras los restantes huían a provincias.

1.4.2. La Convención montañesa (2 junio 1793/27 julio 1794).

La nueva Convención fue puesta en cuestión desde distintas regiones y sectores de Francia, máxime tras el alistamiento forzoso de más de 300.000 hombres para hacer frente a la guerra. Estas circunstancias desembocaron en la sublevación de los campesinos de la Vendeé, a los que se unieron durante el verano otros procedentes de Bretaña, Aquitania y Provenza. En el fondo de la sublevación se encontraba también la escasez de alimentos, el rechazo a las medidas anticlericales y la agitación de los políticos girondinos expulsados de la Asamblea. Para hacer frente a los sublevados, los montañeses necesitaron nuevamente el apoyo de los sans-culottes de las ciudades a quienes se hicieron concesiones que radicalizarían definitivamente la revolución.
Las más importantes quedarían reflejadas en la nueva Constitución –del año I-, la primera democrática del proceso. El documento hacía residir el poder en una Asamblea, elegida por sufragio universal masculino, y en un Consejo de Gobierno; el Estado debía promover el bien común, emprender reformas sociales y consultar al pueblo en referéndum sobre aquellos aspectos que se considerasen de importancia nacional.
La constitución habría de entrar en vigor una vez terminado el conflicto bélico en Europa, mientras tanto se constituyó un gobierno revolucionario, régimen especial de guerra caracterizado por la centralización y la suspensión provisional de todas las libertades. Estaba formado por una serie de asambleas y comités dependientes directamente de la Convención:
- El Comité de Salud Pública, formado por doce miembros de la asamblea, entre los que sobresalían Robespierre, Dantón, Saint Just y Carnot. Era el órgano supremo del poder ejecutivo; dirigía la guerra, la diplomacia y la economía.
- El Comité de Seguridad General. Se encargaba del control de la policía política y de aplicar las medidas contra los sospechosos.
- Los Representantes en misión. Eran delegados del Comité de Salud Pública para hacer cumplir sus directrices en los distintos departamentos.
- Los Agentes nacionales, nombrados por los anteriores para acceder a las administraciones locales: distritos y municipios.
- Los Comités de vigilancia. Ayudabann a los dos anteriores elaborando las listas de sospechosos, haciendo registros domiciliarios, expidiendo certificados de civismo, etc.
- El Tribunal Revolucionario. Juzgaba las actuaciones contra la libertad, la igualdad, la unidad y la indisolubilidad de la República.

El gobierno revolucionario, dirigido por Maximilian de Robespierre, dictó una serie de leyes que inauguraban la denominada “época del terror”:
- La Ley de sospechosos, por la que serían arrestadas todas aquellas personas susceptibles de comportamientos contrarrevolucionarios.
- La Ley de máximos generales, que suponía el intervencionismo del Estado en la economía, controlando el precio de los productos y de los salarios.
- Al tiempo, proclamó una leva en masa de todos los jóvenes entre 18 y 25 años y llevó a cabo una política de descristianización del Estado y su sustitución por la religión de la razón.
La ruptura con el orden anterior se plasmó en el establecimiento de un nuevo calendario adoptado en octubre de 1973 y que computaba el día 1 del año 1 de la República Francesa el 22 de septiembre de 1792. El nuevo calendario constaba de 12 meses de 30 días (vendimiario, brumario, frimario, nivoso, pluvioso, ventoso, germinal, floreal, pradial, mesidor, termidor y fructidor) con cinco días de fiestas revolucionarias.
La época del terror despertó pronto antipatías hacia la revolución, el republicanismo y la Convención. Además, el Comité de Salud Pública concentraba cada vez más poder, no transigiendo con la violencia revolucionaria. Pronto dejó de ser apoyado por los más radicales, que consiguieron la proscripción y muerte de Roberpierre el 9 de termidor del año 2 (27 de julio de 1794).

1.4.3. La Convención termidoriana (27 julio 1794/octubre 1795).

La caída de Robespierre supuso el triunfo de la burguesía y de los principios liberales. En oposición a la política del terror, se vaciaron las prisiones, regresaron algunos exiliados, se decretó la clausura de los clubes jacobinos y se produjo una descentralización administrativa, volviendo a las posturas girondinas de las primeras fases de la revolución. Pero la acción de gobierno más importante fue la elaboración de una nueva carta magna: la Constitución del año III (septiembre de 1795), que establecía una república burguesa fundamentada en la división de poderes. La independencia de los jueces se convirtió en la garantía del nuevo texto. El legislativo se repartía entre dos cámaras: el consejo de Quinientos, con iniciativa legal, y el Consejo de ancianos, que aprobaba o rechazaba las leyes, pero no podía introducir enmiendas. Finalmente, el ejecutivo recaía en un directorio formado por cinco miembros, para impedir la concentración del poder en manos de un solo individuo.
Esta nueva constitución devolvía el poder a las clases pudientes, estableciendo un curioso sufragio universal que negaba la condición de ciudadano a los no contribuyentes.

Durante los debates constitucionales, la Convención termidoriana tuvo que hacer frente a sublevaciones internas de signo contrario: de los sans-culottes y de los realistas. En el exterior, continuó la guerra contra la primera coalición; los franceses invadieron Bélgica y Holanda, donde proclamaron la república Bátava, expulsaron a los prusianos más allá del Rin y penetraron en Navarra y Cataluña, firmando los Tratados de Basilea con Prusia (abril de 1795) y España (julio, por el que Francia devolvía los territorios anexionados al sur de los Pirineos a cambio de Haití).

1.5.EL DIRECTORIO.

Tras la aprobación de la nueva constitución en octubre de 1795, la Convención se disolvió comenzando a funcionar el nuevo régimen establecido por aquella y gobernado por el Directorio. Los problemas a los que hubo de enfrentarse fueron los mismos que en el periodo anterior:

- En el interior, tuvo que hacer frente a la oposición política jacobina, que pretendía restaurar la soberanía popular por la violencia: “conspiración de los iguales”, y terminaría con el ajusticiamiento de su líder Babeauf (1796); y a los realistas, que deseaban la restauración de la monarquía borbónica en la persona de Luis XVIII, amenazando con restaurar el viejo orden tras las elecciones favorables celebradas en marzo de 1797, resuelta por el ejército con el golpe militar de fructidor (4 de septiembre de 1797).
- En el exterior, continuó la guerra contra Austria e Inglaterra. Tras una serie de brillantes victorias en Italia, en las que destacó el genio militar de Napoleón Bonaparte, se crearían las “repúblicas hermanas” de Cisalpina, Ligur, Romana y Helvética, firmándose una paz provisional con los austriacos (Tratado de Campo Formio). Proseguiría, sin embargo, la guerra contra Inglaterra, a la que se unieron ahora Rusia y Turquía, formándose una Segunda Coalición que contaría más tarde con el apoyo de Austria.

Las disensiones dentro del Directorio, el temor a nuevas sublevaciones y una serie de derrotas consecutivas en la guerra desembocarían en el golpe de estado del 18 de brumario (9 de noviembre de 1799), que situaba al frente del poder ejecutivo a tres cóncules: Napoleón, Sieyès y Ducos, y suponía el fin de la república liberal.
El golpe de estado de brumario inauguraba la carrera política de Napoleón Bonaparte, cuyas atribuciones serían desde el principio superiores a las de los otros cónsules. Paulatinamente desaparecería el régimen constitucional de separación de poderes y se volvería a un gobierno personal y autoritario que si bien continuó la reforma social de la revolución paralizó las reformas políticas que pretendían un sistema basado en la participación de los ciudadanos.