lunes, 10 de enero de 2011

Unidad 4. LOS MOVIMIENTOS OBREROS.

1. INTRODUCCIÓN.

El siglo XIX es un escenario complejo respecto a la aparición o puesta en práctica de distintas ideologías y formas de pensamiento que derivan en actitudes políticas y económicas muy variadas. Convergen en él corrientes que enlazan con los orígenes de la Edad Moderna y resultan la base fundamental para la articulación e incluso para el entendimiento del mundo de nuestros días: el liberalismo, el obrerismo y el imperialismo,


2. EL PENSAMIENTO POLÍTICO Y ECONÓMICO EN LA TRANSICIÓN AL NUEVO RÉGIMEN.

El desarrollo de la actividad ideológica del s. XIX es deudor de las condiciones generales en las cuales la sociedad occidental procede a una transformación radical: el paso del Antiguo a un Nuevo Régimen; de una sociedad autoritaria, estamental y mercantilista a otra liberal, clasista e industrializada.
El liberalismo generado por las teorías de Locke y los ilustrados franceses que apostaba por la libertad individual, el reparto de poderes y el constitucionalismo adquiere carta de naturaleza en 1789 y se convierte en el ideario más común de los nuevos estados burgueses durante la primera mitad del siglo XIX. Al amparo de la nueva sociedad salida de los procesos revolucionarios asistimos también a la transformación económica de dichos estados, fundamentada en el librecambismo de Adam Smith y las distintas acepciones de Ricardo, Malthus o Stuart Mills, utilizando como objetivo final la felicidad de la que hablasen ya los fisiócratas pero trasladada a la nueva realidad social y demográfica, y a la producción y los mercados.

En realidad, el nuevo pensamiento del XIX se vincula al desarrollo científico y tecnológico, que da luz verde a un replanteamiento de la especulación filosófica con base en Kant, al desarrollo de nuevos mecanismos de transformación productiva y a la aparición de una nueva sociedad jerarquizada en función de su utilidad como fuerza del trabajo. Las nuevas formas de pensamiento hacia estos esquemas empiezan a ser conocidas como materialismo.
La confianza en el conocimiento científico es casi absoluta, lo que supone una actitud cada vez más abiertamente crítica contra el hecho religioso, al tiempo que la reivindicación intelectual del individuo. Esta corriente de pensamiento, que había comenzado con el humanismo utópico de Tomás Moro y seguido por los pensadores ilustrados: Voltaire, Rousseau... , se fue haciendo más firme a medida que los progresos técnicos se imponían en la sociedad. Al mismo tiempo, la evolución de la propia sociedad industrial generaba la aparición de ideologías contrarias a la desigualdad socioeconómica que aquella provocaba. Se plantean por tanto fórmulas que conduzcan a la felicidad social a través de una “comunión con el medio”, como el Socialismo Utópico, o desde el punto de vista mucho más práctico o materialista, fórmulas que derribasen las barreras interclasistas, como el Marxismo o el Anarquismo.
Lo cierto es que a mediados del s. XIX la propia evolución social plantea una dualidad política y económica evidente:
- Las ideologías que reaccionan desde lo social frente a la nueva realidad industrial y liberal burguesa: los Movimientos Obreros, que constituyen el fundamento de nuestro tema. Y,
- Las ideologías que, amparadas en el desarrollo e inspiradas por las potencias estatales, pretenden una práctica de la revolución industrial hasta sus últimas consecuencias: el Imperialismo.


3. POSICIONES TEÓRICAS Y ACTITUDES ANTE LA SOCIEDAD INDUSTRIAL.

La Revolución Industrial dio lugar a la aparición de grandes masas trabajadoras asociadas a un nuevo modelo social. El trabajo fabril carecía de regulación legal lo que posibilitó el progresivo deterioro de la situación del obrero en un doble sentido: En lo económico, por la falta de promoción en el trabajo y la imposibilidad de participar en la gestión de la empresa. En lo social, por las pésimas condiciones de vida y la situación de explotación en el trabajo.
En estas circunstancias, la gestación del movimiento obrero se desarrolla a través de diferentes propuestas con objetivos diversos:
- La formulación de una serie de teorías políticas, cuyo objetivo es la transformación de la realidad socioeconómica de la industrialización y, en última instancia, la emancipación del proletariado.
- La aparición del asociacionismo obrero, como forma de mejorar las condiciones laborales de los trabajadores.

Aunque ambas posturas estaban vinculadas en sus propósitos, no existió entre ellas una relación directa –al menos en un principio-, de ahí que el movimiento obrero no se configure como algo homogéneo, ni siquiera –como veremos- cuando sus idearios se intenten poner en común a través de las Internacionales.

3.1. POSTURAS REFORMISTAS: EL SOCIALISMO UTÓPICO.

3.1.1. El Socialismo Utópico.

Cristaliza en Francia durante la primera mitad del siglo XIX en una serie de propuestas de índole teórica como respuesta intelectual a los problemas generados por la sociedad industrial. Su carácter utópico –irrealizable- le viene dado por el romanticismo en que se inspira, basándose en propuestas demasiado ingenuas o fundamentadas en una creencia ilimitada en la bondad humana, inspiradas en Rousseau, que conducirán sus propuestas hacia fracaso. Sus características más relevantes son:
- Pone de manifiesto las contradicciones entre la justicia social y realidad industrial.
- Es un movimiento desligado de las masas y caracterizado por su pacifismo.
- Es el primero en formular un internacionalismo proletario para conseguir una concordia universal.
- Critica los conceptos de propiedad, de familia y la discriminación de la mujer.

Dentro del movimiento se distinguen varias posturas teóricas representadas por sus autores:

a) El Reformismo social asociacionista: estos teóricos describen nuevos tipos de comunidades humanas de carácter utópico, que deberían generalizarse para crear el nuevo modelo de sociedad:
Charles FOURIER. Critica el capitalismo por su deshumanización y afirma que el trabajo puede ser fuente de felicidad si se proyecta bien. Para ello propone la creación de asociaciones voluntarias para la formación de comunidades cooperativas autosuficientes de trabajadores denominadas Falansterios. El falansterio sustituiría a la fábrica e integraría de forma armónica el lugar de trabajo y de residencia de los obreros. El modelo se extendiera por todo el mundo, que se convertiría en una confederación política de falansterios, cuyos delegados se reunirían periódicamente para tratar asuntos en común.
Robert OWEN. Desarrolla sus ideas a través de su obra Nuevos puntos de vista sobre a sociedad, afirmando que la mejora de la situación obrera dependía de la eliminación del beneficio empresarial y la solución positiva de la organización el trabajo. Para conseguirlo propone la creación de “aldeas de cooperación”, asociaciones entre 500 y 2000 personas que trabajarían sin salario, para repartirse los beneficios de forma igualitaria. Sus ideas se trasladaron a experiencias concretas en las granjas de New Lanark en Escocia y New Harmony en EE.UU, que constituyeron sendos fracasos.

Bajo el presente sistema, los ociosos, los inútiles y los viciosos gobiernan la población del mundo, mientras que los útiles y verdaderamente virtuosos, en la medida que este sistema permite a alguien virtuoso, sufren la humillación y la opresión de aquellos...
Hombres del trabajo, con costumbres sanas y virtuosas: nunca debierais someteros a esta situación. Yo no os aconsejaría que permitieseis que el ignorante, ocioso, presuntuoso y vicioso sea el dueño y señor del bienestar, las vidas y la felicidad de vosotros y de vuestras familias... Ahora vosotros poseéis el poder para forzarles a convertirse en vuestros esclavos y en un grupo social oprimido, tal como ellos han hecho con vosotros hasta el presente.
Trabajadores, productores de ciencia y de riqueza y de todo lo que en verdad tiene valor para la sociedad: unid vuestras fuerzas ahora para crear un nuevo modo de existencia humana justo; un Estado en el que la única rivalidad consistirá en ver quien puede producir mayor felicidad para la raza humana.

Discurso de Robert Owen (30 de marzo de 1834).


b) El reformismo social productivista: Estos autores plantean soluciones más acordes con la realidad industrial a partir de una organización humanizada de la producción y del trabajo:
Henri de SAINT-SIMON. Comprendió la importancia de la industrialización, considerando al progreso como la forma económica que tiende a la perfección. Por eso, el cientifismo se convierte en la base para reformar la sociedad y, según él, los científicos y los industriales son los más capaces para ocupar el poder y conseguir la felicidad de los trabajadores. Sus ideas inspirarán la tecnocracia e influirán en la socialdemocracia.

Resulta evidente que el único modo de instaurar un régimen social adecuado al estado de las luces consiste en colocar el poder espiritual en manos de sabios positivos y el poder temporal en las de los jefes de la industria; pero es igualmente evidente que no es posible hacer pasar súbitamente el poder espiritual de las manos de los teólogos a las de los sabios positivos y el poder temporal de las manos de los nobles y de los burgueses ociosos a las de los jefes de la industria. Era pues necesario idear un plan que tuviera por objeto llevar a cabo la transición del antiguo régimen social.

Henri de Saint-Simon.

Louis BLANC, en su obra La organización del trabajo (1841) advierte la necesidad de racionalizar y organizar el trabajo, convirtiendo éste en un derecho de los individuos y considerando al Estado el único capaz de llevar a cabo dichas medidas. Sus ideas serán puestas en práctica en los Talleres Nacionales durante la revolución francesa de 1848 y serán incorporadas por las doctrinas socialistas posteriores.

c) El comunismo primitivo:
Etienne CABET. Refleja sus ideas en su obra Viaje a Icaria (1848). Con gran influencia de Platón y Tomás Moro, propone una sociedad ideal regida por el sufragio universal y un comunismo igualitario, en la que cada uno recibe según sus necesidades, que establece un gobierno autoritario elegido periódicamente.

“(...) No hay absolutamente nada, en lo concerniente a los alimentos, que no esté regulado por la ley. Es la que admite o prohíbe un alimento cualquiera.
Un comité de sabios, instituido por la representación nacional, ayudado por todos los ciudadanos, ha hecho la lista de todos los alimentos conocidos, indicando los buenos y los malos, las buenas y las malas cualidades de cada uno...
La lista de los buenos alimentos así fijada es la República quien los hace producir por sus agricultores y sus obreros, y quien los distribuye a las familias...
Hace producir primero los necesarios, después los útiles, después los agradables y todos aquellos hasta donde sea posible.
Los reparte entre todos por igual, de manera que cada ciudadano reciba la misma cantidad de alimento que cualquier otro, si hay para todos, y que cada uno no reciba más que en su turno, cada año o cada día, si no hay más que para una parte de la población...
A las seis de la mañana, antes de empezar el trabajo, todos los obreros -es decir, todos los ciudadanos- toman en común en su taller un predesayuno muy simple, preparado y servido por el cocinero del taller.
A las nueve desayunan en el taller, mientras sus mujeres e hijos desayunan en sus casas. A las dos, todos los habitantes de la misma calle toman juntos, en un restaurante republicano, una de las comidas preparadas por uno de los restauradores de la República.
Y por la tarde, entre las nueve y las diez, cada familia toma en su propia habitación una cena preparada por las mujeres de la casa.
En todas las comidas el primer brindis es a la gloria del buen Icaro, bienhechor de los obreros, bienhechor de las familias, bienhechor de los ciudadanos”.

Cabet. Viaje a icaria. 1840 (48)


BLANQUI. Es uno de los primeros en subrayar la importancia de la organización revolucionaria y la conspiración como método de acción contra el sistema, alejándose en este sentido del socialismo utópico e influyendo en otros movimientos posteriores.

La revolución de 1848 marca un punto de flexión en el desarrollo del obrerismo que se concreta en los siguientes términos: la separación definitiva entre los objetivos de la burguesía y de los obreros. La toma de contacto entre los intelectuales socialistas, los líderes sindicales y los obreros, que adquieren conciencia de clase: el proletariado, para organizar movimientos, sindicatos y partidos políticos independientes de la burguesía, y la demanda de objetivos laborales y políticos para la nueva clase.
El fracaso de la revolución para la clase obrera canalizará todos estos esfuerzos hacia nuevas ideologías que vienen a sustituir a un socialismo utópico que se ha demostrado inútil para transformar la realidad industrial: El Marxismo y el Anarquismo.

3.2. POSTURAS REVOLUCIONARIAS: EL MARXISMO Y EL ANARQUISMO.

3.2.1. El Marxismo.

Denominado también Socialismo Científico por sus creadores Carlos Marx y Federico Engels, por oposición al socialismo utópico en cuanto que ideología revolucionaria que es capaz de transformar la sociedad. Ambos autores, y en especial Marx, estudian las graves contradicciones del sistema capitalista presentando soluciones alternativas´

Las teorías de Marx, se exponen a través de distintas obras entre las que sobresalen: el Manifiesto Comunista, escrito en colaboración con Engels en 1848, y El Capital, escrito entre 1867 y 1885.
La obra de Marx ha sido interpretada por sus exégetas de forma evolutiva, desde una primera etapa humanista en la que plantea la necesidad de transformar el mundo para evitar la alienación (distorsión de la conciencia) del hombre, hasta otra segunda científica (desde 1845) en la que afirma el carácter determinante de la economía sobre el conjunto de la sociedad. Los aspectos esenciales de su ideología son:
A. El método marxista: el materialismo histórico y el materialismo dialéctico.
B. La teoría económica marxista: plusvalía.
C. La teoría política marxista: lucha de clases, dictadura del proletariado y sociedad comunista.

A. El método marxista.
Se basa en una propuesta filosófica, el materialismo dialéctico (enunciado por Engels), cuyo objetivo último es comprender y explicar el desarrollo histórico de la humanidad. Marx lleva este método a la práctica a través del materialismo histórico, llegando a la conclusión de que el motor de la historia es la economía, la infraestructura, sobre la que se asientan siempre en tensión la ideología política, la justicia, la ciencia, el arte, la religión, etc., la superestructura. Según sea la infraestructura así será la superestructura y cualquier cambio en aquella producirá un cambio en ésta y viceversa.
La relación que se produce entre ambos conceptos: infraestructura y superestructura, da lugar a un sistema político, social y económico concreto, denominados “modos de producción”. Para Marx, a lo largo de la historia se ha pasado por varios de estos modos de producción: de la vida errante de las sociedades primitivas se pasó al modo de producción esclavista, las tensiones de este sistema condujeron al feudalismo y las de éste al capitalismo. A través de sus teorías económica y política explicará las claves del modo de producción capitalista y la forma de superarlo para llegar al modo de producción socialista que conducirá a la felicidad general.

Durante el curso de su desarrollo, las fuerzas productoras de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o, lo que no es más que su expresión jurídica, con las relaciones de propiedad en cuyo interior se han movido hasta entonces. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas que eran, estas relaciones se convierten en trabas de estas fuerzas. Entonces se abre una época de revolución social. El cambio que se ha producido en la base económica trastorna más o menos lenta o rápidamente toda la colosal superestructura.

C. Marx. Contribución a la crítica de la economía política. 1859

B. La teoría económica.
Para Marx la teoría de la ciencia económica es el descubrimiento de la esencia capitalista y para conseguirlo es necesario analizar sus mecanismos de producción y distribución, y estudiar las leyes que los regulan: las relaciones entre el propietario y el capital, y entre el propietario y la fuerza del trabajo (trabajadores). Llega a la conclusión de que los males de la sociedad se encuentran en estas relaciones que desembocan en el enriquecimiento desmesurado de los empresarios gracias a la alienación de los obreros y a la plusvalía sobre el valor de su trabajo.
En esta situación, el proletariado debe tomar conciencia de clase para alterar la sociedad a través de la revolución.

C. La teoría política.
A partir de las desigualdades enunciadas en su teoría económica y basándose en el materialismo histórico, es posible llegar a una visión clara de la realidad y obtener un método adecuado para transformarla en favor del proletariado a través de las siguientes premisas:
- En el sistema capitalista existen dos clases antagónicas que se definen según la posición que ocupan en el proceso productivo: la burguesía, dueña de los medios de producción, y el proletariado, que no posee sino su fuerza del trabajo que se ve obligado a vender a la aquella.
- El proletariado sólo se podrá emancipar de su condición oprimida mediante la lucha de clases que conduce a una revolución violenta y consciente.
- Esta revolución permitirá la instauración de una dictadura del proletariado provisional que tendrá como objetivos: la expropiación de la burguesía, nacionalizar los medios de producción, impedir los movimientos contrarrevolucionarios y educar a toda la población en el nuevo orden de cosas.
- Conseguidos estos objetivos desaparecerá la dictadura del proletariado y el Estado, dando paso a una sociedad igualitaria y sin clases: el comunismo.
- La revolución se producirá primero en los países más avanzados y de ahí se extenderá por el resto del mundo.

3.2.1.1. El marxismo después de Marx.

El pensamiento de Marx fue reinterpretado en los principales países europeos con desigual fortuna y tuvo curiosamente en su Alemania natal sus principales controversias. Ferdinand Lasalle negaba la necesidad de la revolución atendiendo a la inevitabilidad de la miseria del proletariado (ley de bronce del salario) y encomendaba al Estado la tarea de establecer el socialismo (Socialismo de Estado). Creó el primer partido político obrero: La Asociación General Alemana de Clases Trabajadoras, que se integraría finalmente en el Partido Obrero Socialista de Alemania –más tarde, Partido Social-Demócrata, SPD- tras el congreso de Gotha en 1875. Las críticas a dicho congreso realizadas por Marx desembocaron en una escisión ideológica que se concretaría en el programa de Erfurt (1891). Kautsky, su principal valedor, propugnaba una línea “ortodoxa” reafirmando el carácter marxista del SPD. Frente a ella surgieron posiciones revisionistas encabezadas por Eduard Berstein que propugnaban finalmente la convivencia del socialismo con el sistema parlamentario capitalista.
En Inglaterra, el socialismo marxista dejó paso a otro más pragmático y utilitarista representado por la Sociedad Fabiana. El movimiento, fundado por Edward Pease en 1883, contó con la colaboración de intelectuales de la talla de Bernard Shaw o H.G. Wells, y desembocó finalmente en la craeación del Partido Laborista Británico en 1906, como síntesis del sindicalismo de las Trade Unions, el cartismo y la ideología fabiana.

A pesar de los progresos considerables que la clase obrera ha realizado desde el punto de vista intelectual, político y económico desde los días en que Marx y Engels escribían, no la considero capacitada, incluso hoy, para tomar en sus manos el poder político...

Debemos considerar a los obreros tal como son; por lo general, ni han caído en el pauperismo (...),ni están libres de incurrir en prejuicios y defectos, como querrían hacer creer sus admiradores... Esta realidad debería ser comprendida en primer lugar por aquellos que gustan de entregarse a exageraciones fantásticas en lo que se refiere a las proporciones numéricas entre clases pobres y poseedoras.

Berstein.

3.2.2. El Anarquismo.

Frente al socialismo científico representado por Marx y Engels surge otro movimiento de gran trascendencia dentro del obrerismo: el Anarquismo, que al igual que el marxismo tiene como objetivo la liberación de la clase trabajadora, aunque desde supuestos diferentes que suscitarán enormes rivalidades entre ambos. La doctrina anarquista está cargada de idealismo y en muchos aspectos mantiene paralelismos con el socialismo utópico. Tendrá un gran desarrollo en los países de base agraria, quizá porque rechaza el desarrollo industrial y plantea como solución la vuelta al medio natural, hasta bien entrado el siglo XX. Al contrario que el marxismo no se organiza en torno a partidos políticos sino a través de sindicatos y frente a aquél tampoco constituye una ideología unitaria:

A. El anarquismo individualista.
Parte del pensamiento natural roussoniano y su característica principal es el rechazo a la industrialización y al Estado considerando que estos destruyen la felicidad del hombre:
GODWIN. Las raíces de su pensamiento se sitúan en el utilitarismo de Bentham. Piensa que el fin de la existencia humana es la utilidad, tanto personal como social, de la que deviene la felicidad. Para conseguirla será necesaria una transformación social previa que convierta las naciones en comunidades de pequeños propietarios autónomos coordinados de abajo a arriba.
Pierre-Joseph PROUDHON. Contemporáneo de los utópicos franceses, critica ferozmente las bases del sistema liberal: la propiedad, a la que considera “un robo”; la democracia parlamentaria, por poco representativa pues el sufragio universal puede ser manipulado por la propaganda; y al Estado, como mecanismo para el control de los trabajadores. Propone la sustitución de dicho sistema por otro basado en la posesión colectiva, el trabajo cooperativo, el mutualismo social y el federalismo político.

Si tuviese que contestar la siguiente pregunta: ¿Qué es la esclavitud? y respondiera en pocas palabras: Es el asesinato, mi pensamiento se aceptaría desde luego. No necesitaría de grandes razonamientos para demostrar que el derecho de quitar al hombre el pensamiento, la voluntad, la personalidad, es un derecho de vida y muerte, y que hacer esclavo a un hombre es asesinarle.
¿Por qué razón, pues, no puedo contestar a la pregunta qué es la propiedad, diciendo concretamente la propiedad es un robo, sin tener la certeza de no ser comprendido, a pesar de que esta segunda afirmación no es más que una simple transformación primera? (...)
Un autor enseña que la propiedad es un derecho civil, originado por la ocupación y sancionado por la ley; otro sostiene que es un derecho natural, que tiene por fuente el trabajo; y estas doctrinas tan antitéticas son aceptadas y aplaudidas con entusiasmo. Yo creo que ni el trabajo, ni la ocupación, ni la ley, pueden engendrar la propiedad, pues ésta es un efecto sin causa. ¿Se me puede censurar por ello? ¿Cuántos comentarios producirán estas afirmaciones?
¡La propiedad es el robo! ¡He ahí el toque de rebato del 93! ¡La turbulenta agitación de las revoluciones!
P.J. Proudhon. ¿Qué es la propiedad?. 1840.



B. El anarquismo colectivista.
Se desarrolla durante la segunda mitad del s. XIX a partir de distintos ideólogos o tendencias, a veces complementarias y otras contrapuestas:

Mijail BAKUNIN. Discípulo del anterior, ahonda en los principios del anarquismo profundizando en algunas ideas de Proudhon y descartando aquellas más utópicas. Parte como él de un ataque a los pilares del sistema: la Iglesia, el Ejército y el Estado; diseñando una transformación de la sociedad basada en los siguientes aspectos:
. La búsqueda de la libertad individual del hombre, a través de la libertad de los demás y de la educación popular.
. La renuncia a la industrialización y vuelta a las sociedades agrarias. Renuncia a la propiedad privada: colectivización de los medios de producción, pero no de los frutos obtenidos.
. No aceptación del juego político.
. Eliminación del Estado y de los ejércitos mediante la acción revolucionaria campesina.
. Concepción de la sociedad como una agrupación de comunas autogestionadas.

Esta ideología se diferenciaba claramente del marxismo al que acusaba de querer sustituir el Estado burgués por un Estado burócrata (dictadura del proletariado), lo que supuso su expulsión de la A.I.T. (1871-72).

Detesto el comunismo, porque es la negación de la libertad y porque no concibo la Humanidad sin la libertad. No soy comunista, porque el comunismo concentra y engulle en beneficio del Estado, todas las fuerzas de la sociedad; porque conduce inevitablemente a la concentración de la propiedad en manos del Estado, mientras yo propugna la abolición del Estado. Quiero que la sociedad y la propiedad colectiva y social, estén organizadas desde abajo hacia arriba por medio de libres asociaciones y no desde arriba hacia abajo mediante la autoridad, sea de la clase que sea.

M. Bakunin. 2º Congreso de la I Internacional. 1868.


Coincidiendo con la expulsión de la I Internacional, el fracaso de la Comuna de París y la consecuente represión, el anarquismo optó por organizarse en grupúsculos restringidos destinados a la difusión de la doctrina por la acción violenta. Es lo que se conoce con el nombre de anarco-comunismo.
Más allá del método de acción, su principal teórico KROPOTKIN propone la transformación social mediante la lucha de la mayoría contra la minoría centralizadora (Ayuda mutua, 1902). Dicha transformación se realizaría en dos fases: una primera de colectivización, mediante el reparto proporcional del trabajo y los beneficios; y una segunda, de anarco-comunismo, en la cual desaparecería la idea de propiedad, a favor del uso común de los bienes.


3.3. EL INTERNACIONALISMO.

Las teorías socialistas y anarquistas, desarrolladas en principio para mejorar las condiciones de vida de la clase trabajadora, desembocaron inevitablemente en el asociacionismo, que había tenido sus precedentes en el luddismo, el cartísmo y las Trade Unions británicos. El fracaso del 48 y la separación definitiva de los intereses que unían a burguesía y proletariado habían multiplicado los exiliados políticos por Europa y dotado a las reivindicaciones políticas de los obreros una dimensión supranacional que terminaría por concretarse en un congreso celebrado en Londres en septiembre de 1864. En octubre, un subcomité encabezado por Marx sería el encargado de elaborar sus estatutos que subrayan como objetivos fundamentales de la organización reivindicaciones sociales: la emancipación de la clase trabajadora, y políticas: la clase obrera no puede ser indiferente a la toma del poder.
El pluralismo de colectivos e ideas dificultó el funcionamiento de la Internacional en los sucesivos congresos de Ginebra (1865), Lausana (1866) y Bruselas (1968). Por encima de las reivindicaciones sociales, se fueron delimitando los intereses ideológicos de cada uno de los grupos que terminaron por enfrentar a tradeunionistas con proudhonianos y a éstos con los marxistas. Las diferencias se hicieron irreconciliables en el congreso de La Haya (1872), que terminó con la expulsión del sector anarquista.
La Segunda Internacional, constituida en París en julio de 1889, tenía como propósito analizar el estado de la cuestión de algunas conquistas políticas en los diferentes estados europeos: derechos, sufragio, etc. En su seno, se abordaron las tres grandes cuestiones del socialismo hasta 1914: la colaboración con las fuerzas burguesas representada por el revisionismo, la cuestión colonial y el peligro de guerra.
En 1903 el congreso de Dresde condenó el revisionismo; en 1907 el congreso de Stuttgart proclamó el deber de combatir la explotación colonial bajo cualquier forma, en contra de las tesis de van Kol; el de Basilea de 1912 elaboró un emotivo llamamiento a la paz realizado por Jaurés, que , sin embargo, no pudo evitar las diferencias doctrinales y técnicas que llevaron a la disolución de la Internacional con el estallido de la Gran Guerra.

3.4. LAS POSTURAS PATERNALISTAS: EL CATOLICISMO SOCIAL.

Las consecuencias de la sociedad industrial y el apogeo de los movimientos obreros que critican la religión como “el opio del pueblo”, influirán en la toma de postura tardía por parte de la Iglesia a través de una corriente de pensamiento particular cuyo objetivo es la exigencia de justicia social para los trabajadores al mismo tiempo que la crítica hacia el marxismo y el anarquismo.
Estas ideas serán canalizadas por el Vaticano durante el papado de León XIII, quien realizó diversos proyectos sociales de atención a los obreros y fomentó en los patronos en sentido de justicia cristiana. En su encíclica Quos apostolici (1878) rechaza el socialismo como vía de solución a estos problemas. Pero su obra más importante en este sentido es la encíclica Rerum novarum (1891), en ella hace hincapié en la miseria inmerecida de los trabajadores, en la necesidad de que el Estado intervenga para establecer una legislación social eficaz, en la noción de salario justo y en la conveniencia de la constitución de asociaciones obreras de corte católico. La línea abierta por León XIII fue recogida por otros papas de tendencia más o menos aperturista:
. Pío XI en su encíclica Cuadragésimo Anno (1931), subraya los males implícitos en la libre competencia y el centralismo excesivo.
. Juan XXIII en su encíclica Mater e Magistra, (1961) reconoce que en algunos casos el bien común podría beneficiarse de una forma de socialismo.


4. CONCLUSIÓN.

Junto al movimiento obrero, otro aspecto histórico tuvo consecuencias en el orden político y económico del siglo XIX: el Imperialismo, cuya justificación se debe precisamente al deseo expansionista de las nuevas potencias decimonónicas y a la apertura de nuevos mercados de acogida para el cada vez más complejo proceso de industrialización. En la transición al siglo XX frecuentemente coincidieron o se opusieron los intereses políticos y económicos de los grandes países con las nuevas corrientes derivadas de la modificación del orden social que hemos estudiado. La Primera Guerra Mundial clarificó las posturas de unos y otros; los primeros tendieron a una política de descolonización y neocapitalismo económico; los segundos se decantaron hacia fórmulas cada vez más contrapuestas: por una parte, se radicalizaron en el ideario de Lenin a través posturas que triunfarán en la revolución rusa de octubre de 1917; por otra, se moderaron en el ideario de Berstein hacia posturas socialdemócratas que suponían la aceptación definitiva del juego político y la renuncia a las acciones revolucionarias. En ambos casos observamos el germen de la sociedad prototípica del siglo XX dividida entre el socialismo de la dictadura del proletariado y el capitalismo, cada vez más teñido de social, tendente al estado del bienestar.

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